
El encebollado no solo alimenta: representa la creatividad, la calidez y el espíritu de una ciudad que celebra su identidad a través de la comida. En cada plato se sirve historia, orgullo y un pedazo del corazón guayaquileño.
El aroma del encebollado anuncia la mañana, abre el apetito y evoca recuerdos. No importa si se sirve en una carreta del barrio o en un restaurante reconocido: este plato es parte del alma costeña y un símbolo que une a todos bajo un mismo sabor.
En los años 60 se vendía en baldes de hierro enlozado y se servía con cucharones de aluminio. Con el paso del tiempo, su fama cruzó generaciones y hoy su esencia sigue viva en cada rincón de la ciudad, donde guayaquileños y visitantes disfrutan de su sabor inconfundible.
Preparado con albacora, yuca, cebolla, tomate, pimiento, cilantro y ajo, el encebollado es simple y poderoso a la vez. Se disfruta con pan, arroz o chifle, y para muchos es el compañero fiel después de una noche de fiesta, el remedio que devuelve la energía.
En la intersección de las calles 6 de Marzo y Venezuela, Jorge Morán, propietario de
la picantería Solitario George, lleva más de una década dedicándose a este arte
culinario. “Un amigo me enseñó este negocio, me gustó y le cogí amor a este trabajo.
Gracias a Dios seguimos adelante, preparando el mejor encebollado del planeta para ustedes”, afirmó con orgullo.
El precio de este tradicional plato se adapta a todos los bolsillos (desde USD 1,00
hasta USD 6,00), lo que lo convierte en un punto de encuentro cotidiano que reúne a
familias, amigos y turistas alrededor de una misma tradición.
El reconocimiento internacional también puso a Guayaquil en el mapa gastronómico.
El 28 de junio de 2023, la prestigiosa guía Taste Atlas catalogó al encebollado como
la segunda mejor sopa de pescado del mundo, destacando la riqueza gastronómica de la Perla del Pacífico y su herencia culinaria.